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lunes, 9 de junio de 2014

Leyenda del Tesoro de los Balames

Sin lugar a duda la tradición oral de Huehuetenango es reconocida a nivel nacional, quiero compartirles una de las leyendas relacionadas con la civilización Maya Mam de esta región escrita por el Sr. Mauro Guzmán Morales contenida en su libro mitos y leyendas de los Cuchmatanes, que fue escenificada en la velada de elección de Srta. Colegio Americano en 2013 les dejo el link. http://www.youtube.com/watch?v=PIRcOeHuXmo



“Mauro Guzmán Morales”

Desvelos de pena grande abatían en esos instantes a Kaibil Balám. Más pensador que guerrero, más humano que pensador. La situación era desesperada. Había sucumbido por los llanos de Chiloja, el Hombre del Caracol, el aun joven e intrépido Kamil Acab. Batallas en secuencia dadas al castellano, habían fracasado y para colmo de males los refuerzos de los cuilcos e ixtahuacanes, jamás se presentaron.

El sabio jefe mam, conforme el plan estratégico, se había replegado en el fuerte hasta ahora inexpugnable de zaculeu. Los ejércitos de la serranía habían causado pavor en los últimos días a los invasores blancos, mas no habían logrado derrotarlos.

Zaculeu estaba situado. Aparentemente nada podía entrar o salir de su espacio convertido en una isla formada por el arroyo de los Cuyes, reforzado por las lluvias invernales. Tres meses duraba ya el asedio. Dos factores mantenían firme al pueblo mam atrapado por millares en el fuerte, su gran amor por la blanca tierra de su patria y el auxilio del mas secreto recurso de que disponían, el túnel misterioso jamás descubierto que lo comunicaba con el exterior. Por aquí entraba vieres de refresco para sobre llevar asedio tan feroz.

Kaibil comprendió que necesitaba saber con certeza que pasaba dentro de las filas españolas, principalmente, cuales eran los planes y estrategias hacia los que se encargaban. Para ello tubo una plática secreta con uno de los hombres mas extraños, mas queridos y mas sabios que aun conservaba, Sackiab, por algo su nombre significaba “numerosos años blancos”, dicho en otras palabras, sabiduría que da la experiencia.

Entre tanto, el conquistador Gonzalo de Alvarado y sus principales lugartenientes, habían sentado su cuartel general en la parte norte del fuerte de zaculeu, a poca distancia de la entrada principal. Otros campamentos castellanos secundados por los mexicanos y quiches aliados se distribuían estratégicamente circundando la fuerte, manteniendo una rotación constante de patrullaje en los cuatro puntos cardinales, vigilando que nadie entrara o saliera de la ciudad situada.

Fue precisamente la patrulla encomendad al cabo Arestegui, quien en las márgenes de la parte norte del rio selegua, tubo un encuentro inesperado. Entre los sauces, sabinos y alisos que pueblan el cause del rio, se topo inesperadamente con un pequeño grupo de mames integrados por un extraño sujeto y tres mujeres jóvenes. El mam era ni mas ni menos un albino, mesho en idioma indiano el primer hombre de estas características con que se encontraba, algo le hizo tocar disimuladamente tres veces el primer árbol que encontró. Le  seguían dos mujeres de mediana edad que custodiaban a la mas deslumbrante y bella joven mam que sus ojos jamás habían visto.

Además de la singularidad de su belleza, el cabo se dio cuenta que estos atributos, añadían dos atributos mas en  ¡La núbil mujer iba vestida únicamente con joyas de oro y jade. Por lo demás estaba completamente desnuda!

El cabo castellano repetía su estupefacción ante el primer mam “hijo del sol” que encontraba, sin desprender la mirada de la bella mujer y sus joyas. Sholá, que así se llamaba, entre tanto, con gracia femenina, desplegaba sus sensuales y femeninos movimientos, poniendo entre las sombras de sauces y sabinos, un atractivo irresistible hacia el castellano quien decididamente concentro su mirada en la bella mujer mam. Por su mente un repaso mental lo llevo a su lejana Andalucía, donde su ajamonada esposa, ignoraba la comparación que en aquel momento hacia su marido de ella con Shola. Los inquietos dedos del castellano, urgían repasar aquel fino molde de barro mam.

La voz de sus acompañantes lo sacaron de su ensimismamiento y con una facilidad que le aprecio increíble, capturo el sabio Sackiab, pues se trataba de él, mas cuando quiso correr tras la india, solamente escucho los sollozos que el rio selegua, desde entonces, acostumbra a lanzar quejumbrosamente al atardecer.

El mesho fue llevado a presencia del propio Gonzalo de Alvarado, quien pasados los momentos de admiración que causo su despigmentado cuerpo, por los interpretes quiches, inicio la mas exhaustiva indagación que nunca antes había hecho. Que hace el jefe de Uds. ¿Por qué no se rinden? ¿Dónde esconden sus alimentos? Mas la pregunta inconteniblemente repetida era oro, oro, oro… adonde lo tienen escondido?

--No hay tu oro. No existe la india Shola, tu vista le engaña al señor… el traductor no sabia que decir mas. Cuentan que el interrogatorio de Sackiab duro cuatro días continuos sin recibir mas alimentos que agua. Por ultimo lo dejaron dormir y cuando despertó se dio cuenta que estaba en medio de un grupo de quiches que dormían profundamente. Muy dolorido se incorporo y tomo nota que podía caminar sin despertarlos. Silenciosamente, con sus movimientos aprendidos de la comadreja, la comedora de olotes, se movo en la semipenumbra del amanecer increíblemente pudo bajar sin tropiezos a las márgenes del selugua si ser detenido.

Cuando la claridad del dia dibujaba en los robles de su camino las primeras sombras, sintió un ruido extraño pocos pasos atrás, que lo hicieron ocultarse tras un tronco. El ronco quejido de las palomas silvestres salio de lo profundo de su pecho cuando se abalanzo sobre dos hombres que lo seguían. Otras sombras similares calleron con gritos de guerra sobre los perseguidores y los inmovilizaron. Sackiab no se había equivocado en los resultados del plan aprobado por Kaibil.

Los guerreros mames estaban enterados de los movimientos del mesho, cayendo en el momento oportuno sobre los dos hombres que resultaron ser el propio cabo Aréstigui y un indio aliado quiche. Para saquear no podía fallar la irresistible fuerza que según había descubierto, impulsaba a luchar a los castellanos: oro y sexo y oro. La amalgama Dios y rey, como la había inferido no era sino fachada.

El cabo Arestegui se hizo el sorprendido, aunque no pudo dejar de admirar la precisión con que cayeron los indios sobre el y su acompañante que temblaba como un condenado. Arestegui comprendió que en ese momento principiaba a su vez, su propio plan al haberle facilitado la huida a Sackiab. Su maquinada combinación de ingenio y valor lo llevaran al oro y a la bella Shola, a quien desde el primer instante que la vio, había decidido hacerla su esposa de aquí de las nuevas tierras conquistadas.

Atados el castellano y el quiche, fueron guiados por sus silentes captores siguiendo el curso del rio selegua hasta la confluencia con un arroyo de cristalinas aguas. Aquí detuvieron su marcha el grupo de redujo e hiso una variación en su rumbo de noventa grados, iniciando un fuerte ascenso.

Tras la marcha de aproximadamente una hora en la que nadie hablaba, después de ascender y bajar llegaron al pie de la montaña grande. Frente a una enorme roca los detuvieron y procedieron a vendarles los ojos a los cautivos con gruesas telas de algodón.  Después unos 15 minutos de reemprendida la marcha, los detuvieron y al quitarles las vendas se quedaron verdaderamente asombrados de estar ante la presencia del más grande prodigio que jamás pudieron imaginar.  Indudablemente los habían introducido a una enorme cuerva en la montaña que formaba un amplio salón iluminado por ignorados métodos, proporcionando una claridad láctea que les mostró diseminados por todas partes del piso, atadas a estalagmitas, la más enorme cantidad de objetos de indudable oro puro y jade.  Cuando el estupor se los permitió, vieron entonces en el centro, en una especie de trono formado por un inmenso tambor, a la bella Sholá ornando su desnudo cuerpo de singulares formas, de toda clase de ornamentos de jade y oro macizo.  Sus diminutos y bien formados pezones, sobresalían de la cúspide de las campanas que cubrían cada forma de sus pechos.

Después del prime estupor, Arésttegui inició un enloquecido juego de echarse encima del cuerpo como si fuese un baño de oro, todos los abalorios y objetos que abundaban por todos los rincones.  Cuando por fin dirigió la mirada al ara donde debería estar la bella Sholá, sus ojos vieron la imponente figura del MeshoSackiab quién con un enorme penacho en la cabeza formado de largas plumas de quetzal, levantó la mano y le habló así:  Buscáis oro puro y mujeres jóvenes y bellas.  Aquí está nuestra joven y bella Sholá, cuyo nome significa aparecido en medio de las aguas.  Y aquí está lo que constituye, parte del gran tesoro de los Balames.  Escogimos este lugar porque solamente será descubierto cuando los mames nuevamente sean reconocidos otra vez como legítimos dueños de esta tierra de la que nos despojáis, tocad y gozad la gélida sensación que provoca el metal en vuestras afiebradas manos, que solo en este instante lo tendrás a su alcance.

Dicho lo anterior y después de hacer que sus ojos se deslumbran cada vez que descubrían nuevos promontorios del áureo metal de piedra preciosa, fueron obligados a beber de un guacal una pócima que les fue puesta en sus labios por la mismísima princesa Sholá.  Unos instantes más tuvieron conciencia y lo primero que Aréstegui recordó al despertar, fue muy cerca de sus ojos y de sus labios se encontraron los turgentes y diminutos senos de la princesa india, recubiertos con el codiciado metal amarillo tachonado de jades y piedras preciosas.

Vuelto a su campamento, se guardó de relatar el hecho para evitar que lo consideraran desquiciado de la mente, pues nadie le creería tan tremenda aventura y porque guardaba en su interioridad la seguridad de poder reconstruir el camino andado al retener en la memoria todo detalle importante.
Efectivamente, al nada más rendirse Zaculeu, un mes más tarde y cuando la tropa castellana tomaba un descanso, aprovechando la ocasión, Aréstegui solitario para no compartir el tesoro, trató de reandar el camino y admirablemente llegó a la roca donde fue vendado mas no fue posible seguir el tramo final, que sus ojos no pudieron ver y que conducía a la entrada de la misteriosa gruta del tesoro.

Durante todo el día y la noche, estuvo buscando el desconocido acceso al tesoro, luchando con su arcabuz y espada, entre los tupidos de largos y flexibles tallos de ahuhuetl, hojas de un verde obscuro que no había visto antes, y que a cada momento parecían enmarañarse mas para impedirle sus movimientos. Rendido por fin trato de descansar durmiendo a ratos, mas cuando despertó, una sorpresa le esperaba. Pendientes del arbusto que le sirvió de resguardo para dormir, estaban ¡los pechos forrados de oro de Sholá! Cuando se puso de pie el portento se hizo aun mas visible, pues miles de arbustos lucían el brillo amarillo de los ansiados senos, los que al examinarlos detenidamente, presentaban el pesón y las piedras con que se adornaban. 

Aturdido Aréstegui, reacciono por fin arrancando uno de ellos y al llevárselo a los labios creyendo por fin tener al alcance a la bella Sholá, se encontró con el sabor más delicioso que su paladar había experimentado jamás. El cabo español, maravillosamente y sin saberlo, había descubierto los frutos de oro del corcho, una especie criolla del membrillo cuyo exquisito sabor no tiene comparación.

Muchos hemos tratado de reconstruir la ruta recorrida por el cabo Aréstegui durante la conquista de los Mames, mas quienes seguimos las pocas señales que esta historia revela, siempre hemos ido a dar a un pintoresco rincón huehueteco que lleva el misterioso nombre de Canabaj y que traducido significa piedra amarilla, nombre que coincide con el que los indígenas designaban al oro. Curiosamente en esta época del año, los fértiles planes de Canabajamariellan al fructificar esa rara variedad de membrillo corcho. En el áureo color se descubren ciertas manchas que recuerdan piedras preciosas, su fruto es tan exquisito como lo pudo haber sido para el cabo Aréstegui, la miel jamás probada de los maravillosamente rojos labios de la princesa Sholá, hija de KaibilBalám el señor de Zaculeu.

Lo acontecido al aventurero español, se había significado por haber sido el único europeo que tuvo ante sus ojos el fabuloso tesoro de los Balames, por haber sido de los primeros conquistadores que tuvo ante si ante si un indio albino, por haber conocido a la más bella princesa de los Mames, por haber descubierto el membrillo corcho y por haber sido el primer castellano que se enloqueció en esta América nuestra.


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